20 de agosto 2022

Sergio Banegas
Dirección Académica UTH
Campus Santa Bárbara

El conocimiento es hijo de la ciencia, no hay conocimiento sin ciencia y no hay ciencia sin conocimiento. De hecho, todo lo que vivimos de manera cotidiana es resultado de un conocimiento científico desarrollado para el bien de la humanidad.

Ese proceso arduo, metodológico, y muchas veces en solitario conlleva largas horas y veladas de estudio e investigación; no se trata de reciclar datos o simplemente repetir obviedades, es navegar a lo desconocido para descubrir lo ignoto.

La pregunta es: ¿Todos podemos generar conocimiento científico? Sí y No. Sí, porque si estudiamos las metodologías correctas y adecuadas podemos encausar sendos trabajos que nos lleven a plantear hipótesis sujetas a confirmación por la comunidad académica de un área en particular trayendo de esta manera respuestas a necesidades de un problema planteado.

No, porque para hacerlo es menester adherirse a normas, criterios, valoraciones, principios metodológicos que no quedan a expensas de nuestro libre albedrio u opinión, son más bien reglas aceptadas por la comunidad científica sin las cuales no se puede validar un nuevo conocimiento.

Ello por supuesto no nos debe detener, al contrario, debe ser un revulsivo que nos inspire a conocer los marcos de las unidades de análisis y dimensiones que a partir de ciertas premisas nos lleven (tal como los filósofos de la antigüedad) a preguntarnos el por qué, el para qué, y el cómo de las cosas.

Aquí debemos admitir que la puerta de acceso a tal conocimiento científico es algo tan básico pero tan profundo: el hábito permanente por la lectura, el investigador y generador de conocimiento lo es porque primero se ha convertido en un empedernido lector que se siente cual pez en el agua en la biblioteca; comencemos por ahí entonces.

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18 de enero del 2021